La Casa Eskribarena, finalista en concurso bajo el lema Zortzi Zutabe (ocho pilares), propone transformar un caserío tradicional del norte de Navarra en un edificio de viviendas colectivas contemporáneas. El proyecto respeta la esencia arquitectónica —muros de piedra, madera, cubierta a cuatro aguas— y la reinterpreta con un patio central abierto a la luz y la vida comunitaria. Con cinco viviendas flexibles, espacios comunes y un diseño sostenible, la rehabilitación convierte un patrimonio en desuso en un lugar de convivencia renovada. Un diálogo entre tradición y futuro, sostenido sobre los ocho pilares que inspiran el proyecto.
La Casa Eskribarena, situada en el valle de Arakil, es un caserío tradicional del norte de Navarra que refleja la arquitectura rural de la zona: muros de piedra, estructura de madera y espacios destinados tanto a la vida familiar como a la actividad agrícola y ganadera. Como muchos de estos caseríos, ha quedado en desuso con el paso del tiempo. El proyecto, presentado al concurso bajo el lema Zortzi Zutabe (ocho pilares), resultó finalista, proponiendo una rehabilitación integral que transforma la vivienda unifamiliar en un edificio colectivo adaptado a las necesidades contemporáneas.
El lema Zortzi Zutabe hace referencia a la estructura original de la casa, organizada a partir de dos pórticos longitudinales con cuatro pilares cada uno. Estos ocho pilares no solo sostienen físicamente el edificio, sino que se convierten en la metáfora central del proyecto: la base sobre la que se apoya la nueva forma de habitar, abierta a la comunidad y a un futuro compartido.
La propuesta plantea la creación de cinco viviendas: dos en cada planta superior y una en la planta baja, que además incorpora espacios comunes como lavandería, txoko, gimnasio o sala de instalaciones. Las viviendas son flexibles y permiten configuraciones de 1 a 4 dormitorios, manteniendo siempre amplias zonas de estar con doble orientación y vistas a la sierra de Aralar. Cada unidad dispone de un espacio polivalente adicional, pensado como zona de trabajo o esparcimiento, lo que refuerza la adaptación a formas de vida actuales.
Uno de los elementos clave de la propuesta es el patio central, generado al liberar el espacio comprendido entre los ocho pilares originales. Este patio se concibe como un espacio comunitario que alberga las escaleras y el ascensor, además de convertirse en un regulador climático: en invierno actúa como captador solar y en verano permite la ventilación cruzada. Gracias a él, las viviendas gozan de mayor iluminación, ventilación natural y un espacio protegido que refuerza la vida colectiva.
En cuanto a la rehabilitación, se conserva lo esencial del caserío: tres alturas, acceso principal en el eje, distribución con espacio central, proporciones tradicionales de huecos y materiales nobles de la zona. Se restauran muros de piedra y estructura de madera, sustituyendo únicamente los elementos en mal estado. Los forjados, deteriorados, se reconstruyen en madera con el aislamiento necesario para garantizar el confort térmico y acústico. La cubierta se transforma en una solución a cuatro aguas, elevando ligeramente el alero para hacer habitable la entrecubierta y dar mayor armonía al volumen exterior.
La parcela se organiza en torno a un acceso rodado al norte, con zona de aparcamiento y bicicletas sobre pavimento filtrante, y un área ajardinada al oeste con huertos y zona lúdica compartida. La vivienda de planta baja cuenta además con jardín propio.
En definitiva, Zortzi Zutabe no solo rehabilita un edificio en desuso, sino que lo reinterpreta como símbolo de continuidad entre memoria y futuro. Los ocho pilares que sostenían la vida agrícola de la familia hoy se transforman en los fundamentos de un nuevo modelo de vivienda colectiva, sostenible y comunitaria.
Diciembre 2023
concurso, rehabilitación, vivienda